Y por fin te lanzas.
Te lanzas a ese vacío al que llevas asomada meses, mirando sin parar el fondo, imaginando cuán doloroso será el golpe. Y te tiras.
Esta vez sin paracaídas, sin red. Como un funambulista cuando cae del hilo en el que hace peripecias, pero sin seguro, cae directo al suelo.
Y ahora, estando en el fondo, estás tranquila.
El golpe ha sido doloroso y también todo lo que ha venido después. Pero las heridas sanan. Dicen que el tiempo es sabio, que ayuda a olvidar, que es el mejor cicatrizante y que lo pone todo en su lugar.
Una vez, una buena amiga me regaló un cuadro en el que, en la cara inversa había escrito: "recuerda que siempre hay razones para sonreír".
Hoy, también hay razones para sonreír.
Siempre...
LdC*
Siempre...
LdC*
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