sábado, 27 de febrero de 2016

Trenes que se pierden

¡Qué bien se va en tren! podemos levantarnos, ir al baño, vamos mirando el paisaje, incluso ahora en algunos hay wifi... Ves como la gente viene y va, pasajeros que suben y bajan. Pero tú sigues en el tuyo. Porque es cómodo, estable y da mucha seguridad.

De repente un día decides bajar, pero sólo para ver una de esas estaciones donde hace una pequeña parada, la idea es volver a montar en tu tren para seguir con el viaje. Ya sabéis, es seguro hacerlo así. Pero esa estación es llamativa, nunca habías visto una igual porque tiene infinitud de trenes. 

De repente, uno de esos trenes te llama la atención. Nunca había visto uno igual. Aunque no olvidemos que a ti te encanta tu tren, en el que has pasado tantísimas horas, días, años... viajando y viajando aunque aún no ha habido un destino fijo. Pero ese tren... ese tren es diferente. 

Entras, lo miras, vagas por él buscando en cada rincón. Quieres dejar algún tipo de huella para que se sepa que tú has estado allí. Y las dejas. Vaya si las dejas! 

Esa pequeña parada en la estación se hace mucho más larga. Vuelves a tu tren, pero también te pierdes por el otro. En realidad no llegas a hacer ningún cambio demasiado relevante. No es que rompas nada, o te lleves algo, no. Simplemente allí pasas buenos ratos, conoces gente agradable con quien puedes charlar. Te pierdes en conversaciones interminables que serían más largas si el día tuviese más horas. Y eres libre, libre de decir o hacer lo que sientes en cada momento porque sabes que nadie te va a juzgar. 

Sientes que, quizás, sea en ese tren en el que deberías viajar a partir de ahora. 

Pero vuelves al tuyo. Sin parar de pensar ese tren tan diferente.

Pero sigues en el tuyo. Por que es más seguro y porque, a pesar de todo, quieres estar en él.

Sin embargo cuando estás sentada, y sigues con tu viaje, de vez en cuando ves al otro tren cruzarse con el tuyo. Y te das cuenta de que nunca dejarás de pensar en lo que hubiera sido viajar en él... te das cuenta, una vez más, de que no quieres olvidar todos los momentos allí vividos. Te das cuenta, otra vez, de que siempre estará a tu lado, aunque esté lejos. Siempre.

Y un día, un día cualquiera, en una de esas paradas, coincides con él otra vez. Ves como otra persona lo está recorriendo, deteniéndose en cada detalle, adentrándose en las partes más ocultas. Y entiendes que alguien lo ha cogido, que ahora será quien viaje en el... y te da un vuelco el corazón, te entristeces. Pero entiendes que cada uno debe seguir por su vía aunque duela. Entiendes que has perdido ese tren, que se fue.

Y te lamentas, Te lamentas por no haber sido capaz. Por no haber tenido valentía. Por ser cómoda y viajar en el tren seguro.

Pero, ¿qué querías? aquel tren no iba a estar siempre ahí para que un día (el que tu quisieras) decidieras cogerlo. Ese tren tenía que buscar a alguien que pudiera conducirlo para, así, no estar a la deriva.

En cambio, si un día decides bajar del tuyo, sabes (y lo sabes muy bien) que intentarás coger ese.  Ese precisamente y no otro. Porque no lo olvidas. No lo olvidarás nunca. Es para toda la vida.



Siempre...



LdC*


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